PISTILO 3 Marzo 2005


IGLESIAS / RAMOS VAN DICK / VILLAR / PETRECCA


Valeria Iglesias

Autoalienación
Todo lo que quise olvidar se hizo filo.
Entonces dispuse que otro
ocupara mi lugar.
En la mesa de saldos
revolví gestos que jamás hubiese usado.
(Los compré en cuotas)

Se hizo filo y volvió,
pero ya no tenía carne,
o no era mi carne,
era otro, era de otro.
Otro que ocupaba, a duras penas,
mis sillas, mis peines, mi amante.
(Con besos que jamás hubiese dado)

Quise,
en el lugar equivocado,
saldar cuentas.

Volví un instante,
ciega de oscuro resentimiento.

Lloré,
como una canilla con el cuerito roto.
Finito y largo, lloré.
Finito y largo, canilla rota, lloré.

Constipé la humedad de mi sexo
y bajé al Hades.
Me enrosqué como una serpiente
y envenené a los muertos.

Y volví.
Y le hice juicio a la que se había ido.
Y me quedé.
Y abrí los ojos.
Y vi.

Manuel Ramos Van Dick

Prometeo encandenado
Camino.
Doy un paso adelante y
caigo dentro de la sombra.
Es mejor guarecerse del fuego
así como de tus voces
que planean sobre el techo
de los árboles y desiertos y mares
donde se ven pequeñas las espaldas
de los seres que planean destruirme
minuto a minuto
con sus alas diminutas
de llamas voraces
y aves de incendio
que devoran mi hígado renovado,
incesante como el primer y último grito
del salvaje QUE YA NADA VIGILA
o es una nada
que no sabe nada más que vigilar
y se ahoga detrás de los pilotes de lino.
La soledad nos hace débiles e intransigentes
porque ese es nuestro lenguaje:
otra nada que vigila los fuegos celestes
y esa luz lactada que revela
la ausencia entre todos.
El mundo se ha vuelto
el camino deforme
y subraya los tallos rocosos
y afectados.
Ya no somos hombres ni dioses,
el cielo ha caído
y ahora confundimos la tierra.
De pie hemos perdido la arena
y las suaves maneras de mirar los astros.
Ya no tengo nada más que decirte buitre,
aún sigo atado.


Miguel Ángel Petrecca

S/T
Mientras se llevan
en las bandejas salvavidas
los restos del naufragio del almuerzo,
el perro regaña a las moscas
con la mirada,
como un padre a sus hijos.
Con el as del sexto sentido en la manga
una mujer conversa con varios hombres
en la mesa de juego.


Alfredo Villar

Días de calles sin amor
sin sol sin yerba sin poesía
estoy harto de esta música
maldita de jugadoras y juergas
estoy harto de esta música
inmunda tragamonedas ladrona
que sale de discotecas y clubes privados
de oficinas bancos y edificios del estado
de la cabeza del bruto del culto del
corrupto
policía asaltante del político caficho de la
santa
patria del miedo del dinero del dueño del
asco
esta música que hace de esta ciudad
una cárcel un burdel un supermercado
sin ofensa sin rabia sin revuelta
anestesiada criolla muerta
sin ti mi niña violenta
ciega
de ojos violetas
ángel de la revolución
chibolita
que aún sueña el amor
y el beso del sol
y la herida de la poesía.