PISTILO 5 Septiembre 2005


CRISÓLOGO / FERRARI / LINDO / FRESCHI


Roxana Crisólogo

cabezas gachas
cabezas negras y apuradas
soledad de asfalto -como la mía-
cabezas peruanas fósiles
emergiendo de costales de baratijas
medias chinas y baterías coreanas
que los rótulos fantasmales de los grandes teatros
convertían en incontenibles llamaradas de gente

pensé que los había dejado reposando
en las barracas eternas de la desmemoria

a las matronas sin trenzas
repartiendo churros a peso devaluado
bajo la luz hosca de los negocios de comida
a los maniquíes sin mirada
vendiendo tarjetas postales para llamar al Perú
a los bolivianos encogidos en poltronas de tocuyo
escuchando radio con la indiferencia
de los mismos maniquíes que una cuadra atrás
me invitaban a detenerme en un hueco oscuro
regentado por un judío agazapado
en un mostrador con olor a tela

mientras que desde otra mirada
una muchacha abre un cartapacio
de cuentas y una multitud húmeda
culebreándose entre mis pies
trasforma sus ojos en gracias indiferentes
que devuelvo por sobre el hombro
en un desdeñoso rehacer
ir y venir partir y regresar
sin palabras


Paola Ferrari

21575
me escondo debajo de la mesa
no quiero escuchar
más
esas noticias
tengo miedo
mucho
mucho
miedo
en el colegio
simulacro
de bombardeo
desplaza tablitas azules
me imagino
acurrucada
debajo de los bancos
las manos sobre los oídos
(pareciera que la falta de sonido hace las cosas más fáciles)
florcitas azules alineadas
sin poder pronunciar
trinitrotolueno
inocentes nomeolvides
cantando sentadas con techo pupitre
islas mariposa
en primaria geografía
que no ubica bien
lineal
aborto de catorce semanas
y después
versión bilingüe
en cómodos fascículos semanales con lámina doble

¡DESPLEGAR!

Ia 58 Pucará
Gurkhas
Scots Guards
Sea King
Sea Cat

TIC TAC

del rosario
matinal
las perlitas caen
una
por
una
orificios en el agua
y se hunden
agua verde que se balancea
en mí
bañera
¿Esto es normal?
fuerzas de fricción
provocan
sismos artioficiales
liberan
pasiones
presiones
pulsiones
diversiones
inversiones
¿A qué querés jugar?
malabares
piruetas y acrobacias
de la infantil guerra
con soldaditos de plástico
que se deforman en el fuego
se consumen
derretidos no hay diferencia
dar en el blanco
¿Estás asustada?
oscuridad que propicia
la hora
entre sábanas
del sueño
que no duerme
apreto los párpados
llovizna de lucecitas
amarillas
no
mejor espero
con los ojos abiertos


Luisa Fernanda Lindo

Una bufanda verde
Todo se definía en estirar
el brazo y estrechar la mano.
No disimulaste tu pesar: el brazo
envuelto en tejidos de lana y algodón,
porque era invierno, entonces te
pareció delicado el gesto de
sacarte el guante verde
que te regalé en el día de
San Patricio, un par de guantes,
un gorro y una bufanda.
Era fines del verano
y era mi modo de decirte
que ese invierno sería nuestro,
pero no fue así.
Sería yo, quien tropezando
entre los adoquinados de San Telmo
preguntaría:
¿qué es lo que quieres de mí?
y antes de esperar una respuesta
paré un taxi, dejándote con un
“no va más”.
Y desde entonces jugamos
a que no nos conocemos
y hacemos simulacros de
nuestro primer encuentro.
En las paredes de mi pensión
siguen colgadas las reproducciones
de Modigliani, y en tu cuello
cuelga esa bufanda que fue
la primera que tejí, pero
nunca lo supiste porque
te mentí, porque te dije
que tejía bufandas, como
te mentí en casi todo.
Y me da un poco de impresión
verte entrar a La Giralda
con una parte de mí colgando
de tus hombros.
Todos llevamos algo de otros,
como si fuese imposible
despojarse de fantasmas.
Yo cuelgo un par de aros
de plata quemada desde
los dieciocho años que me
regaló un surfer de
Lima, y no porque lo aprecie
sino porque me son
cómodos, y acaso a ti te acomode
que yo cuelgue de ti
porque últimamente te paro colgando, y
a la tercera llamada te digo
que mi teléfono anda averiado, pero
la averiada soy yo, que no entiende
nada, aunque no menos que tú, que
te empecinas todas las noches en
escuchar Nocturama, porque algún día
te dije que ese disco me podía, y así
cada vez que llegaba a tu casa
sonaba Nick Cave. Y yo sé
que prefieres el post punk, pero
más te gustaba que me sentara
en tus piernas y empezara a
hamacarme hasta quedar
dormida en tus brazos.
No fui yo quien eligió las velas
en las cenas. Nunca me atreví
a decirte que me producían angustia,
que me retrocedían a los apagones de
mi infancia en los ochenta, atenta
al grito de algún vecino: ¡la luz!
y entonces la habitación se llenaba
de aplausos, y empezaba el festejo, y
una sonrisa brotaba de mis labios, para
distraer mi pensamiento puesto en
la bomba, la torre, los muertos.
Pero cómo explicarte todo eso, si
no lograbas entender que la leche
en mi país es evaporada, y que en el
gobierno aprista el pack familiar:
un kilo de azúcar, uno de arroz y
leche enci, que no era evaporada, y
tampoco era leche: yeso y cal, que
acompañábamos con pan tolete, que
era popular, pero no era pan.
Y sin embargo estábamos los dos
sentados en la misma mesa, en el
mismo balcón, viendo
cómo pasaban las estaciones en
los trajes de la parejita del 5ºB
del edificio de Salguero, y era la
esquina de Soler la que nos iba marcando
el paso del tiempo, porque tú
estabas alienado a tu trabajo, y yo
en el intento de capturar tu atención.
Ya han pasado dos veranos, y no voy
a negar que cada tanto paso
para mirar tu balcón, y
no es verdad que te he olvidado, porque
como en todo te he mentido, pero
de esto nada sabrás mientras
estiras el brazo y pides un café.



Romina Freschi

Soy una minoría
Soy una minoría
y recién ahora lo comprendo
he dejado tanto y tan poco
atrás
debí de haber tomado muchas decisiones
antes
me pregunto
si yo hubiera sabido que
siempre lo supe
supeditada
me enfrento
“mirar a los ojos”
si yo hubiera sabido
que era una minoría
hubiera actuado como tal
y así actué
no lo sabía y
actuaba como una minoría
Universal seguía
yo misma una minoría
minoría universal, pensaba
y escribía
nadie sintió lo que yo
nadie escribió lo que yo
y entonces
todos podrán sentirlo
quizás escribirlo
pero
soy una minoría
no importa lo que yo diga
no hay yo universal
que yo pueda enunciar
yo parcelario
preconcebido
desde adentro
/¡florece!/
por fuera
soy una minoría
menos que un político
o un piquetero
o una mujer
ahora que soy una minoría
y que sé que soy una minoría
y que era una minoría
y que ahora siempre fui una minoría
no sé qué hacer
-realmente-
es algo que me sorprende
¿yo, una minoría???
¿yo?
¿seguro que yo?
tiene que haber una confusión
yo
soy apolítica
yo
soy democrática
yo
soy divina!
¡soy una minoría!
y no sé qué hacer
[“...nada había ya de lo que hubo, había una bahía”]
en un abrir y cerrar de ojos
la a de la bahía
ya no me representa
no importa si he leído
toda la literatura
en una bahía
soy una minoría
y como tal me tengo que quejar
de que toda la literatura
quepa en una minoría
digo, bahía
una bahía infinita
única y universal
brillante, ideal
en la que todo lo que yo diga
es efectivamente una bahía
es efectivamente literatura
es efectivamente yo.